Había una vez un estudiante de arte de una gran universidad. Su profesor lo quería mucho. Un día lo visitó en su habitación y quedó sorprendido por lo que vio.
Más que otra cosa, aquello parecía una galería de arte pornográfico. Las paredes estaban llenas de pinturas con desnudos de una crudeza incitante, posiciones indecorosas a las cuales no se les podía llamar obras de arte.