El reloj marcaba las 8:15 a.m. y allí ya estaban ellos, como todos los días, esperando pacientemente para disfrutar del gran festín.
La mañana lucía fantástica. El sol irradiaba alegremente sus poderosos rayos, mientras que la suave y refrescante brisa que acariciaba un punto de la Ciudad del Saber, en Clayton, se mezclaba con los maullidos enamoradores de "Peludo" y "Oportuno".