No resulta extraño encontrar conductas desafiantes o de oposición a lo largo de un ciclo evolutivo de cualquier adolescente y si no existen factores de riesgo añadidos, la propia educación de los padres y demás agentes socializadores (escuela, etc.) suelen reconducir estas manifestaciones hacia conductas normalizadas.
Sin embargo, hay un grupo de adolecentes en los que esta conducta es perseverante en el tiempo y presenta una magnitud o forma que no se corresponde con lo esperado para su edad o cultura, por la sociedad, familia, etc. Es entonces cuando podemos estar delante de un trastorno desafiante.
Observamos que cada día van en aumento las conductas desafiantes de adolecentes hacia las diferentes autoridades.
No existe una causa clara que explique de forma inequívoca el Trastorno Desafiante. Hay algunos estudios que señalan que pueden haber diversos factores, entre ellos se subrayan los primeros intercambios recíprocos que se producen entre el niño y los adultos significativos de su entorno, en especial, los padres y otras figuras con autoridad (maestros, etc.). También se centran en los conflictos familiares (en especial si hay malos tratos), la fragilidad emocional, depresión de los padres, factores de riegos del abandonamiento del niño en la primera infancia por parte de los padres.
Los lazos afectivos (apego) no establecidos en las primeras etapas del desarrollo constituyen un elemento desestabilizador del temperamento infantil incipiente, las familias desestructuradas que viven en entornos empobrecidos y de marginación social suponen un riesgo añadido, si bien el trastorno puede darse en cualquier estrato social.