Todos, de una u otra forma, hemos conocido un niño que no habla y es importante saber que, dentro de los trastornos de la comunicación y el lenguaje, se encuentra el mutismo, que es la inhibición del lenguaje en una, varias o muchas situaciones sociales, incluyendo la escuela, a pesar de tener capacidad para hablar y comprender el lenguaje.
Algunos pueden comunicarse mediante gestos, con afirmaciones o negaciones con movimientos de cabeza o, en algunos casos, utilizando monosílabos o expresiones cortas. Lo más frecuente es que el niño no hable en la escuela, aunque sí en casa y que se niegue a hablar con adultos desconocidos.
El mutismo más grave es la inhibición del habla en todas las situaciones. Pueden poseer habilidades normales para el lenguaje oral, aunque también pueden sufrir un retraso en el desarrollo del lenguaje y/o trastornos en la articulación y la fluidez (procesos fonológicos/ tartamudez).
El rechazo a hablar no es, sin embargo, debido a un déficit grave del lenguaje o a otro trastorno mental. Podría hablar, aunque fuera mal, pero no lo hace.
A pesar de que muchos pueden hablar y comprender el lenguaje hablado, todo ello no es debido a otro trastorno somático o mental grave.
La edad de comienzo suele ser antes de los cinco años, pero llaman la atención al ingresar en la escuela.
En algunos casos, la alteración dura solo varios meses, aunque puede perdurar varios años, si no se inicia tratamiento psicológico.
Puede haber un deterioro grave del funcionamiento social y escolar. A mayor edad, mayor persistencia del trastorno y mayor gravedad. Cuanto mayor tiempo desde que se conoce la inhibición, mayor gravedad. Cuanto más numerosas y generalizadas sean las situaciones en las que inhibe su habla, mayor gravedad, y cuanto más inhiba su comunicación oral, mayor gravedad comporta.