Ayer, en la primera parte de esta columna, les decía que el mensaje que el jazz envía es para toda la ciudadanía, sin distingo de clase social y tampoco de edad.
Aun los más jóvenes pueden aprender de él, pues se aprende sobre el respeto, sobre el valor de escuchar a los demás y hasta del trabajo grupal, que es clave en la sociedad.
El Jazz Festival, cada año, es algo que llegó para quedarse, y que se ha enquistado en el corazón de cada persona que asiste. Sin duda ver desde el más pequeño, junto con toda su familia es lo mejor que se puede ver, porque te das cuenta de que les gusta y eso ayuda a que se distraigan de otras cosas que no les ayuda en nada.
Para mí, ahora ver más artistas nuevos y renombrados cada año, es transformar a Panamá en la capital del jazz latinoamericano, para que no solo escuchen un mismo tipo de estilo musical, sino que se renueven con cosas diferentes, que los ayuda.
Un mensaje que quisiera mandar es que la música jazz es una enorme terapia que de seguro los llevará a un mundo diferente, porque con cada interpretación que envía un compositor es su propia vida la que pueden conocer.
No se detengan ante nada y siempre busquen nuevos horizontes, puedo decir que al final del camino, lo que podrán ver los sorprenderá y de seguro querrán invitar a unirse a más personas, porque esto es en conjunto y compartiendo sentimientos.