Pisé tierra firme y desembarque del enorme barco/taxi con 400 hamacas en ves de asientos. Esta vez todo cambió. Ya no era tan fácil como solo ir al comedor a la hora en que las bocinas del barco anunciaban un mensaje que solo entendí a medias. Ahora me tocaba resolver.
Ir a un supermercado o primero encontrarlo, era difícil. Luego, ya estando ahí, saber que pedir o comprar no era nada fácil. Es por eso que antes de contarles como piso tierra firme y a que lugar de Brasil llegué, prefiero escribirles de mi atropello con el idioma portugués.
Es verdad, el portugués es parecido al español pero eso solo es así cuando la otra persona habla lento y uno tiene tiempo de sobra para escuchar. Pero el que me diga que el portugués rápido coloquial, hablado por la encargada de una tienda que solo quiere que compres y te vayas, no es tan sencillo. Y menos fácil es el portugués de calle de los niños cuando te piden algo en las aceras o de los buseros que quieren que te montes y te vayas; y mucho menos fácil de entender es el portugués de ese mesero cansado que a tenido un pésimo día.
Entonces sí, estoy de acuerdo con que ambos idiomas se parecen pero tenemos que tener claro que la velocidad de la calle no es la misma que la de un idioma aprendido en clases.
Lo mejor de este choque o atropello de idioma, es que salí ileso. A fin de cuentas logramos cruzar todo Brasil y sobrevivir. Aprendí que sándwich de jamón y queso se dice mixto quente y que sanitarios se dice banheiro con eso fue suficiente. Lo que más me gustó fue como mi cerebro se adaptó y al rato ya podía intercambiar palabras en un idioma que jamás había practicado. Y esa forma de adaptarme al idioma me hizo sentirme más orgulloso de haber salido del sofá y conocer que nuestra capacidad para adaptarnos es más que la que podamos imaginar. @saldelsofa