Cuatro noches, cinco días y cuatrocientas hamacas en un bote son la forma más barata para cruzar el amazonas desde la frontera de Colombia hasta Manaos.
Dormí en mi hamaca cargando mi mochila entera por que ahí estaba mi vida. No podía darme el lujo de que me robaran la maleta por que mi viaje apenas estaba comenzando y por eso tenía que dormir usando mi mochila como mi manta.
Desayunábamos sólo pan con agua y almorzábamos siempre la misma combinación de caldo y pasta, que nunca supe si era sopa de pasta, o pasta aguada. El baño fue complejo no se si era un inodoro o una ducha por que era tan pequeño que no cabían ambas cosas. Y por último pero más importante era lo húmedo del lugar. El Amazonas es tan húmedo que simplemente con estar quieto tu suéter se moja y cada cuatro horas te tienes que cambiar para evitar la pulmonía.
Tuve muchas cosas en mente, y la mayoría positivas. Navegar en la naturaleza, ver delfines rosados y vivir lo que es la realidad de muchas personas que usan el barco como taxi, es una experiencia incomparable. Todavía recuerdo la familia en mi hamaca vecina que gritaban Enriiiiique! al hijo para que no se perdiera entre tantas hamacas. Y menos olvidar la pareja en las hamacas del otro lado, que estaban tan enamorados y tan apretados que contagiaban su amor, o al menos el mismo se escuchaba todas las noches.
Un río tan grande que da un paisaje a mar, es una imagen que nunca sacaré de mi mente. Me enseño a que la naturaleza esconde de las mayores grandezas y solo depende de nosotros encontrarlas. Es por eso que puedes seguirnos en @Saldelsofa y esperamos mostrarte que este mundo tiene mucho que ofrecer!