Corría el noveno episodio, los Yanquis de Nueva York caían 3-1 ante los Rangers de Texas en el Rangers Ballpark. Mariano Rivera esperaba el tercer out de la entrada para salir corriendo, pues un compromiso, aún más importante, le aguardaba al otro lado de la calle.
Una franja de pavimento separaba al mejor cerrador de todos los tiempos en las Grandes Ligas de un capítulo de historia de sus paisanos, una cita a la que no podía faltar.