Era una abeja llena de alegría y vitalidad que en cierta ocasión, volando de flor en flor y embriagada por el néctar, se alejó imprudentemente de su colmena. Cuando el sol se estaba ocultando, ella se deleitaba con el dulce néctar de un loto, que se cerró, quedando atrapada en su interior.
Despreocupada, dijo para sí: - No importa. Pasaré aquí toda la noche y no dejaré de libar este néctar maravilloso; mañana, en cuanto amanezca, buscaré a mis familiares y amigos para que vengan también a probar este manjar.