El papa Francisco I tiene que afrontar importantes retos dentro de la Iglesia, como son una mayor colegialidad, la reforma de la curia, para hacerla más eficaz y transparente, y potenciar la nueva evangelización en un mundo cada vez secularizado.
El pontífice debe proseguir con el desarrollo del Concilio Vaticano II, que no está agotado, y potenciar el ecumenismo en aras de la unidad de los cristianos.