Táchenme de ignorante, de vieja chocha o de aburrida. Ese es el derecho de aquellos que lean esta columna y no estén de acuerdo con lo que escribo a continuación.
Dos cosas me llamaron la atención del Carnaval en Las Tablas. La primera de ellas, la belleza de los atuendos de fantasía, de los carros alegóricos y de la alegría que reflejaban las reinas pese a lo difícil que debe ser sonreír, bailar y saludar mientras llevan libras y libras de peso sobre sus cabezas y cuerpos.
La segunda, los excesos de este año. Y es en este punto donde sé que pisaré callos. Lo siento.