Una señora, residente del edificio Isamar en Paitilla, le daba alimento a uno de sus pericos cuando observó un bulto en las rocas que bordean el apartamento , así que llamó al conserje para que revisara y éste descubrió que se trataba de un cuerpo humano.
El empleado tocó el bulto que, según él, estaba envuelto en varios cartuchos. Además, sintió hinchado el bulto, por lo que buscó un cuchillo y lo puyó y, de inmediato, el olor putrefacto envolvió el lugar.