A un hombre se le puede aguantar hasta pobreza y hambre, pero puño no, así de tajante fue la reflexión que me hicieron en medio de una conversación referente a una pareja de tórtolos que degustaban amorosos unas cervezas cuando al menos dos días antes el hombre le había dado de golpes.
La mujer, que tiene hijos de otra pareja, decidió rehacer su vida con un hombre, quien estuvo en prisión por un caso de homicidio. A diario se les ve muy amorosos (empalagosos diría yo), pero por lo menos una vez a la semana se escuchan los gemidos, llantos y la intervención de familiares diciéndole: ¿Esa es tu hija acaso para que le pegues?, Deja a la otra, Mira que las niñas están viendo.
Mujeres, ¿esto es vida? ¿Por qué permitir que un hombre las golpee cuando les da la gana y que después, como si nada, les diga una palabra bonita y haga como que no pasó nada?
Quizá las víctimas piensen que eso no es nada, que es una pelea normal de parejas, pero está constatado que muchos de los femicidios que se dan tienen como precedente el maltrato, sea por la causa que fuere.
Es triste ver cómo algunas mujeres callan esto y, peor aún, sigan en una relación enfermiza que no les genera más que un daño psicológico que en muchos casos se ve reflejado en el trato a los hijos.
Hombres: no en vano está el dicho de que a la mujer no se le debe pegar ni con el pétalo de una rosa. Y como diría el artista mexicano Reyli Barba, quien muy atinadamente menciona en el coro de una canción: Pégale a la pared, pero nunca a una mujer.
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