- El auténtico diablico viste pantalón jean rayado y camisa de manta sucia.
Diablicos sucios y limpios, parrampanes, mojigangas, son todas danzas características de la región azuerense, muy gustadas y disfrutadas en las diferentes festividades folclóricas de la región.
Grandes y chicos disfrutan de estos bailes, pero sobre todo de sus coloridas máscaras, las que, según la tradición, entre más asusten, mejores son.
Y es quién no se ha impresionado por enormes máscaras de diablos o de animales como leones, tigres o venados que se mezclan con figuras demoniacas, y que con diversos adornos, como plumas, impresionan a más de uno.
En Parita, Herrera, don Darío López se ha dedicado a confeccionar máscaras por más de 43 años. Asegura que es una tradición que heredó de su padre, y que él a su vez ha transmitido a sus hijos y nietos.
La tradición está a salvo, porque en mi familia todos aman la danza y sus máscaras. Todos mis nietos y nietas bailan y tienen sus máscaras, y todos se interesan por aprender a confeccionarlas, explica López.
En su taller ubicado en la parte frontal de su residencia, don Darío tiene trabajo cada día. Asegura que sus máscaras son muy solicitadas, porque son totalmente artesanales, hechas a mano, y a gusto del cliente.
Desde tempranas horas de la mañana, el artesano inicia su labor, confeccionando los moldes de barro que serán la base de la máscara. Un mismo molde puede ser utilizado varias veces, ya que con las nuevas técnicas aprendidas, se logra ahorrar barro, el cual solo es reformado para que cada máscara sea única.
Luego de terminado el molde con barro, se cubre con vaselina y luego con papel manila o el llamado papel chino, el cual es pegado al molde de barro con engrudo de harina. Posteriormente, el molde es cubierto con papel periódico, y nuevamente con papel amarillo, haciendo un total de 4 capas.
Después del proceso de secado al sol, la máscara está lista para su decoración y pintura, un proceso en el que intervienen creatividad, imaginación y arte.