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La caja mágica
Odalis Orozco / Gaspar CollazosAyer recordaba la primera vez que vi televisión.Sí, ya era una niña como de cuatro años cuando una prima compró un televisor.Fue uno de los primeros en llegar al barrio de San Mateo, en David.Muchas personas se dieron cita en su casa para ver una cartilla de boxeo.Eran los tiempos en que esa caja "mágica" no era necesaria en el hogar.En mi casa tuvimos una mucho después de que nos mudáramos a vivir a Penonomé, en 1968.Recuerdo haber visto, en blanco y negro por supuesto, cuando el hombre llegó a la Luna.Aun así, la televisión seguía siendo un accesorio más.La muchachada se reunía a jugar en las noches, después de hacer las tareas del hogar y de la escuela.No nos dejaban ver novelas, y ni falta que nos hacía.Echar cuentos de miedo, jugar monopolio, la lleva o a las escondidas era la manera de pasar el rato con los amigos.Yo, antes de acostarme, leía y lo sigo haciendo.Nada de tv.Pero hoy día, pasar una noche sin televisión es como sobrevivir sin comida en una isla desierta durante una semana.Ya los chicos no hacen ejercicio.Cuando desayunan, almuerzan o cenan, lo hacen en su cuarto, frente al televisor.No hay sobremesa y la familia no conversa.En las noches cada quien está en su cuarto, frente a la dichosa caja, ajeno a lo que sienten los demás.Estamos enajenados y eso no parece preocuparnos.Para colmo, llegó otra caja a la casa: la computadora.Si seguimos así, pronto los chicos recibirán las clases a través de esas cajas mientras se convierten en seres obesos, y obsesos de la tecnología.¡Dios nos coja confesados!
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